La madre botox

31 marzo 2011
Os quiero comentar una noticia que me ha llamado mucho la atención y que a pesar de aceptar las tendencias actuales sobre los cánones de belleza que marca nuestra sociedad y de la ansiosa necesidad que muchos padres tienen por lograr que sus hijos triunfen en la vida, jamás llegaré a entender que se llegue a extremos como a los que ha estado llegando una madre británica, que inyectaba botox a su hija de 8 años cada tres meses para, según comenta a ‘The Sun’ convertirla en una superestrella en el futuro. Según Kerry, su madre, de 34 años y profesional de la estética, “Debe empezar a cuidar su físico desde ya” por lo que periódicamente se sienta en el salón de belleza para que le inyecten sustancias antiarrugas en la frente, labios y contorno de ojos, así como la eliminación de bello de todo el cuerpo. La mamá del bótox, argumenta a la sociedad, para justificar dicha situación, que antes, prueba sobre ella misma todo lo que realiza con su hija para evitar problemas. Por su parte, Campbell Britney, que así se llama la pequeña, parece encantada con su nueva imagen y exige cada vez con más frecuencia eliminar las 'arrugas' que dice tener. "Cada noche compruebo si tengo más arrugas y si veo alguna quiero más inyecciones", apunta la niña, cuando se le pregunta. Desde mi punto de vista, someter a este tipo de dinámica a un niño que aún está en proceso de maduración, implica un grado elevado de responsabilidad con y para el desarrollo de su personalidad, donde la exigencia personal va más allá de los propios valores que se deben enseñar a los más pequeños. Volcar en nuestros descendientes las frustraciones de nuestros logros. intentando que ellos alcancen metas propias de sus padres, es someterlos a exigencias, a veces inalcanzables, que llenarán de frustración sus vidas. Llegando a un estado de estrés, que superan en demasía la capacidad de los pequeños, creándose trastornos mentales, que con el tiempo les pasará factura. Como padres y madres que somos, debemos entender y comprender la diferencia que existe entre el ocio y tiempo libres, y la formación y preparación que queremos dar a nuestros hijos, diferenciando claramente Las posibilidades que tiene y nuestras propias metas. Una cosa es inculcarles el valor de la responsabilidad y otras hacerles responsables de nuestros propios objetivos. En este caso concreto, que una niña juegue a pintarse y ‘ponerse guapa’ nada tiene que ver con que se le implante dicho deseo, menos aún que intente ser la más guapa, cuando lo importante, es que se sienta guapa o en este caso, ni siquiera debe plantearse eso. Está claro, que la competitividad existente en nuestra sociedad, jamás debe ser traspasada a través de nuestra actitud. Es real que deseamos que nuestros hijos sean los mejores, que lleguen a las cotas más altas en cualquiera de las actividades que realizan, que sean los más guapos o que canten como nadie, pero dichas expectativas tienen sus límites, que si no logran, acabarán condicionándolos. A la madre botox, como se la llama, yo le inyectaría dicha sustancia en el mismo papo, para que dejara que esa niña lograra sus objetivos de forma natural, y aunque actualmente la imagen es muy importante, ya habrá tiempo para manipulaciones de esta índole. Con ocho años, debe jugar y divertirse, al margen de las responsabilidades que deba tener. Después se quejará de la dura exigencia que tendrá esa niña con ella misma, de las patologías que puedan surgir como; anorexias, bulimia u otro tipo de trastornos asociados a complejos, etc. que en la actualidad comienzan a temprana edad.
Federico Pérez "El coronel" Carnaval de Huelva

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