Las virtudes y sacrificios de un director de carnaval

31 octubre 2014
Diego Vega en su rol como director de comparsas
 No todos los grupos y peñas tienen la suerte de tener una sede en la que poder ensayar diariamente. Para los carnavaleros, este espacio es uno de los aspectos más importantes, siendo, como muchos han llegado a decir, su segunda casa.
Este ritual se hace monótono a lo largo de los meses y es necesario poder combinar la parte lúdica con el esfuerzo que supone las repetidas y constantes letras que deben aprenderse al dedillo. La creación de un sentido de pertenencia es necesaria y el buen ambiente, una obligación. Desde hace ya algunos años, muchos autores y directores han optado por buscar integrantes que se adapten con facilidad a su grupo o tengan cualidades y actitudes más cercanas al estilo grupal, antes que primar la calidad del mismo y, a la inversa; existen carnavaleros con muy buenas cualidades que deciden buscar grupos más compatibles con su forma de ser que la calidad en sí, aunque he de reconocer, que son pocos.
  En toda agrupación que se precie y desee lograr una estabilidad en el tiempo, deben tener presentes unas pautas de conductas;  la primera, es el respeto al director, quien hace cumplir las normas, en cierta medida, ya establecidas y, no sólo a nivel musical, también comportamental. Para ello, un buen director que se precie, antes de exigir debe servir como modelo de referencia en aquellas responsabilidades que deben marcar a sus coetáneos. Por ejemplo, si quiere que su grupo sea puntual, obligatoriamente, el director debe serlo, para así evitar el derecho a réplica; aquí no sirve el haz lo que yo te diga y no lo que yo haga, hablamos de compañeros que tras largas horas de trabajo dejan a su familia y su relax en el sofá de turno por compartir unas dos horas en un cuarto de ensayo y eso, merece un respeto, tanto o más que el propio director. Entendiendo esta cuestión, lo demás, es simple lógica.
  Muchos piensan que esta posición que asume una persona dentro de un grupo es gratificante, obviamente, obtiene un grado de valoración personal, grupal e incluso social, pero conlleva otras responsabilidades más desagradables que implica algún que otro enfrentamiento, donde la asertividad debe ser madura y adecuada para buscar un equilibrio entre la flexibilidad y la exigencia, que no todos los directores llegan a lograr. Este rol, a veces poco valorado, es el eje fundamental de cada chirigota, cuarteto o comparsa y tiene un desgaste personal y emocional que va más allá del cansancio físico, sin contar con la inseguridad que proporciona cada concurso, que en cierta medida, debe asumir como máximo responsable.  Es por ello, que un director de agrupaciones debe tener claro lo que tiene que hacer, estar dotado de cualidades musicales y una actitud positiva a la hora de trabajar en grupo  y, siempre en coordinación con  los respectivos autores, afinadores musicales, etc.
En Huelva, no existe tanto esa profesionalidad y especialización que existen en otras localidades carnavaleras más conocidas. Aquí el director, casi siempre, suele hacer la música, a veces, las letras y, casi siempre, lleva el peso de la afinación y montaje. Y aunque existen chirigotas y comparsas en las que dichos roles son diferentes, no es lo habitual y esa unión entre todas las partes, esa coordinación, enlace y actitud crítica, es la que debe tener el director en cuestión y desde el primer día, eso debe quedar claro para evitar conflicto que repercutan directamente en los integrantes.
 

Federico Pérez "El coronel"
Carnaval de Huelva / Carnaval Colombino

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